El tiempo besa las manos de mi abuela y no puedo evitar sentir miedo. Miedo del futuro. Miedo del presente. Sus arrugas no solo indican que está envejeciendo, sino que también yo estoy creciendo y yo, yo solo quiero congelar el tiempo.
Es imposible. Me digo que en alguna dimensión mis dedos juegan a ser Dios y destruyen al tiempo entre sus yemas. No hoy ni mañana, pero en algún lugar existe un para siempre que no se rompe.
Sin embargo, aquí el tiempo avanza y hace que algo cambie en mis entrañas. Mis ojos ya no son los de la niña que con esperanza cree en el futuro. Hoy son víctimas del duelo y el enojo. Mis labios ya no sonríen como antes. Hoy tiemblan en una mueca que intenta ser sonrisa, pero nunca llega a serlo. Me doy cuenta entonces, que me he convertido en el eco de un dolor que no me pertenece y que, sin embargo, es mi sangre.
Veo las arrugas de mi abuela y las líneas nuevas que en mi rostro han nacido y no puedo evitar querer gritar. La veo y de pronto tengo 6 años con mis dedos manchados de pintura en medio de su sala de estar. Acabo de escribir mi primera oración completa en su pared: Te amo, abuela. Ella me sonríe y llora.
Veo sus arrugas y de pronto tengo 13 años. Ella me arrulla entre sus brazos mientras lloro porque mis padres han peleado.
Veo sus arrugas y de pronto tengo 17. Es la 1 am y ella dormida en su sofá me espera a que llegue de una fiesta.
Veo sus arrugas y de pronto tengo 23 años. Me acabo de graduar de la universidad y ella me ve con orgullo.
Veo sus arrugas y tengo miedo. Miedo de un futuro sin ella. Miedo de no saber cómo ser humana cuando ella no esté.
Dime cómo ser humana, quiero decirle.
Dime cómo doler sin desangrarme.
Dime cómo amar sin darme por completo.
Dime. Dime. Dime.
Odio que mientras más crezco más percibo todo a mi alrededor como una memoria. Todo está cambiando tan rápido y yo solo quiero aferrarme al pasado, con tanta fuerza, que en el proceso termino por encadenar mi presente.
Ahora veo las arrugas de mi abuela y me veo a mí en ellas.
Veo mi corazón colgado al cuello, con orgullo y temor. Veo mis manos tan llenas de sueños. Veo mis piernas tan cansadas por perseguir expectativas imposibles. Veo mi vientre que empieza ha hacerse preguntas que nunca se había hecho. Veo mi cuello y mi voz aún se siente ajena. Veo mis ojos y detrás de ellos hay una persona que solo quiere que le digan cómo ser humana, porque está cansada de nunca ser suficiente.
Pero lo es. Aunque no lo sepa aún, lo es. En realidad no quiere que le digan cómo ser humana, solo quiere que la vean y no huyan. Solo quiere que la quieran con la misma humanidad con la que ella ve las arrugas de su abuela.
Luego de un mes desaparecida por aquí, he vuelto sin expectativas ni presiones y mucho menos, calendarios. He extrañado enormemente compartir lo que escribo, pero antes de hacerlo debía reconectar con mi verdad.
Mi proceso de escritura había perdido genuinidad. Comencé a escribir para otros y no por y para mí. Así que iré compartiendo de a poco o mucho, dependiendo de cuando así lo sienta.
Te extrañé muchísimo, espero que sigas por ahí y me leas jiji.
Con amor, Blanca.
Un escrito demasiado hermoso y sincero ❤️🩹
Me has conmovido enormemente, agradezco mucho la lectura ☺️