Te pedí ser vista y me regalaste una mirada en el espejo que me observa con amor. Te pedí que me amarraras el miedo, en cambio me diste una soga para atarlo con mis propias manos. Te pedí que me dejases abrazar al sol sin quemarme en el proceso, pero me incendié y a diferencia de lo que pensé necesitar, el fuego me devolvió la vida. A veces una no necesita lo que quiere y lo reconoce hasta que una puerta se cierra y se abre una ventana en su lugar.
Mayo, fue extraña tu manera de obligarme a reconocer que no necesito ser vista por todos. Con la mirada de quienes realmente me vean es suficiente. Con mi mirada basta. La realidad es que no todos me van a ver. Solo necesito ser vista por ojos que quieran verme.
Aprendí a soltarme un poco entre tus rutinas y cuando creí saberlo todo, me recordaste que soy más diminuta de lo que imagino. Como un niño terco me empujaste a buscar a la curiosidad como un aliado y entonces, todo cambio. Cambió mi trabajo. Cambió mi entorno. Cambié yo. Lo que más temía sucedió. El cambio me encontró.
Pero, la vida es movimiento constante y por más que yo corra en sentido contrario, no lograré esconderme.
Fui vista, pero no de la manera que esperaba. Logré amarrar al miedo, solo que sin tu ayuda. Abracé al sol, pero me quemé en el proceso. Te pedí ser amada y me besaste la mano. Mayo, dije no comprenderte porque no sabía lo que planeabas para mí. Ahora, aquí estoy, viendo hacía atrás. Viva. Cambiada. Sin esconderme.
Mayo, te pedí que me quisieras, en cambio me enseñaste a buscar el único amor que nunca se irá, el mío.
Por el cambio que es maestro. Por el amor que es entrega. Por el miedo que es motor. Gracias, Mayo.
Con amor, Blanca.
Gracias por esto ✨🌷