Es domingo y eso es suficiente para saber que hoy todo se siente un poco más. Cuando leas esto quizás ya habrán pasado los días, pero quiero que recuerdes que fue un domingo. De esos que te hacen extrañar, querer olvidar o simplemente, volver.
Últimamente me encuentro intentando recordar razones para escribir. Sería una mentira si digo que siempre encuentro una porque a veces no lo hago. En esos días salgo a caminar. La caminata de la musa le llamo.
Antes solía juzgar y reírme de las personas que salían a caminar o correr porque ¿Quién, voluntariamente, caminaría o correría para relajarse?. Ahora, yo soy esa persona. Caminar me permite conectar con el mundo que me rodea. Sin audífonos. Sin celular. No hay distracción. No puedo encender un interruptor para no escuchar. Caminar me obliga a estar. Me aterran los domingos porque también me obligan a hacerlo.
Hace unos días, mientras caminaba, encontré un pequeño hongo a las orillas de una montaña. Era ciertamente minúsculo, casi invisible, en comparación al mundo que le rodeaba y aún así, me cautivo su pequeñez. Aquel hongo pasaba desapercibido, posiblemente nadie se había detenido a verle. Entonces me pregunté, ¿Cuántas cosas habré ignorado por preferir huir del mundo?. Lo que ignoro al ponerme mis audífonos. Lo que ignoro al concentrarme en mi celular. Lo que ignoro al pasar video tras video. Todo para no pensar. Todo para escapar.
Me detuve por un largo tiempo a observar aquel hongo. No me había percatado de cuanto hasta que una señora se detuvo a preguntarme, en sus palabras, ¿qué era lo que veía tanto?. En el momento no supe que responderle y guarde silencio. La señora al notar mi confusión, se dio la vuelta y se fue. La pregunta me había desconcertado. ¿Por qué me impresionaba tanto ese hongo? ¿Qué tenía de especial?. Con aquello en mente me dirigí a casa.
Nuevamente los días pasaron y yo olvidé al pequeño hongo entre mis obligaciones cotidianas. Hasta Hoy. Un domingo. ¡Qué casualidad!.
Quizás fue su permanencia lo que me cautivó. Algo que el hongo no decidió, claro, pero que era parte de él. Aquel hongo permanecía. Era testigo de cambios. En invierno. En verano. Aquel hongo permanecía. A veces a mi me cuesta permanecer. Prefiero huir antes que echar raíces. Quizás la permanencia del hongo me recordó la falta de la propia.
Tal vez fue su pequeñez lo que me impresionó. A pesar de ser tan diminuto, en comparación a los árboles que le rodeaban, el hongo era un mundo aparte. Los hongos son el ser vivo más grande del planeta, son capaces de entrelazarse con las raíces de otros árboles, creando bajo tierra un cableado orgánico tan rico y grande como un bosque. Es curioso, pensar entonces, que sean tan pequeños a la vista y que a su vez pasen tan desapercibidos. ¿Cuántas cosas habré ignorado por ser pequeñas? ¿Cuánta belleza habré dejado de percibir?
Es esa la capacidad extraordinaria de los domingos, te orillan a pensar y luego repensar aquello aparente. Mientras escribo esto, me doy cuenta que la razón por la que aquel pequeño hongo hizo que me detuviese a observarle es porque existe belleza en lo cotidiano, solo que no observamos al mundo con la mirada adecuada.
Vemos pero no observamos. Oímos pero no escuchamos. Existimos pero no vivimos. Esa es la minúscula diferencia entre encontrar una razón para escribir o no hacerlo.
Hay una historia en todas partes. No solo en aquello que se siente gigantesco y extraordinario sino también en lo mundano, en eso que damos por sentado porque siempre ha permanecido en nuestras vidas. Hay una historia en las paredes de tu casa, ¿cuántos secretos habrán escuchado?. Hay una historia en el metro de tu ciudad. En la silla de tu mesa. En tu baño. En una hormiga. En una uña. Te está esperando siempre y cuando observes, escuches y vivas.
Ese pequeño hongo me recordó que encontrar belleza en lo cotidiano es un don, y decido cargarlo con orgullo. La pregunta es, ¿Tú lo harás?.
Si quieres encontrar belleza en lo cotidiano, esto es para ti
Mañana, lunes 15 de julio, empieza nuestro reto de escritura de 7 días en el club Un jardín propio. Cada día recibirás un prompt de escritura para retar a tu imaginación y escribir relatos capaces de contar historias. Luego, el sábado 20 de julio de 10 am a 11:30 am (Hora estándar central) tendremos nuestro taller de escritura Observar hacía adentro. Un taller práctico para aprender a inspirarnos en nuestra verdad.
¿Te sumas?
Gracias por leerme. Un abrazote a la distancia.
Con amor, Blanca.
Hermoso.
Me gustó mucho tu ensayo y sin duda me motivó a fijarme en los detalles y detenerme a apreciar lo cotidiano.