Inocencia interrumpida
Un ensayo sobre la niñez femenina, la misoginia y la sexualización.
Tenía 9 años cuando mi ropa interior se tiñó de rojo por primera vez. Ese día, aunque nadie lo aceptara, el mundo comenzaría a verme como algo distinto: una mujer. Sin importar que yo siguiera jugando con mis barbies.
Algo cambió cuando comencé a menstruar. Lo sentí en el aire. Mi cuerpo comenzó a desarrollarse de manera temprana. Mi busto creció y mis camisolas pronto fueron sustituidas por mi primer brassier. Comencé a ser vista y no por las razones que me interesaban. Los hombres empezaron a verme distinto. Con esa mirada. Aquella que hacía que agachara mi ojos a mis pies. Incómoda.
Entonces aprendí a ocultar mi cuerpo. Yo, una niña de 9 años, solo quería volver a sentirme como una. No quería aquel cuerpo que llamaba la atención. Tampoco deseaba aquellos rituales que comencé a asociar con el ser mujer; rasurarse las piernas, depilarse las cejas, hacer dietas. Inconscientemente asocié el dolor con ser mujer porque todo dolía. Dolían las miradas lascivas. Dolían los cambios físicos. Dolía la transición.
Todo por un hilito de sangre que manchaba mis calzones cada mes. Una mancha que había interrumpido definidamente mi niñez.
Con la llegada de mi menstruación más cuestionamientos y “necesidades” se sumaron a mi rutina diaria. El maquillaje dejó de parecer un juego. Ahora debía de conducirme por la vida con cuidado. Llamar la atención, pero no tanto. Ser lo suficientemente delgada, pero no al borde de los huesos. La validación entró al juego, sobretodo la masculina.
Es complejo permanecer niña cuando todo a tu alrededor indica que ya no lo eres. Le decimos a las niñas que sean niñas, pero desde bebés las sexualizamos.
“Cuando sea grande va a ser tremenda la nena.”
“Te va a sacar canas verdes tu princesa.”
“De seguro va a romper muchos corazones.”
Le decimos a las niñas que sigan siendo niñas, pero después comparamos sus cuerpos y sexualizamos su ropa. Si un hombre se te queda viendo o te gritan cosas en la calle quizás “los provocaste” con tu uniforme de colegio.
Les decimos a las niñas que sigan siendo niñas, pero ellas crecen escuchando y viendo a sus madres hacer dietas extremas con tal de ser más delgadas. Porque, spoiler, nunca es suficiente.
Cuando basamos la femineidad en la belleza entonces les enseñamos a las niñas a perseguir de forma perenne un estándar que muy probablemente nunca lleguen a alcanzar. Las forzamos a pensar en sí mismas como objetos y no sujetos de su propia existencia.
Las niñas Sephora
Hace unos meses el algoritmo de TikTok me recordó lo complejo que es ser una niña en esta sociedad. Un Get ready with me (arréglate conmigo) o por sus siglas grwm apareció en mi pantalla. Una niña de 10 años narraba paso a paso su rutina de cuidado facial y maquillaje. Al principio, pensé que quizás solo era un juego. Luego, comenzó a nombrar tónicos especializados para el peeling, cremas antiarrugas y una lista de productos que no necesitaba. Más tarde me daría cuenta que para las niñas de hoy en día las tiendas de juguetes han sido remplazadas por Sephoras o tiendas de maquillaje.
No, el problema no es que las niñas quieran iniciar a cuidarse la piel. El problema radica en que sienten la obsesión y necesidad por hacerlo. Para las infancias el maquillaje debería sentirse como un juego. Algo divertido. Nunca como una obligación.
¿Por qué una niña a tan corta edad se preocuparía por no tener arrugas?
¿Por qué una niña sentiría la necesidad de dejar de ser niña?
Tenía 10 años cuando sentí la obligación de depilarme las cejas porque eran demasiado gruesas. Demasiado masculinas. Lo mismo con mi bigote y mis piernas. A partir de aquel ritual semanal aprendí que la belleza era dolorosa o al menos lo era intentar pertenecer al canon.
La mirada masculina
Tenía 9 años, también, cuando me acosaron por primera vez. Fuera de mi casa. Un grupo de hombres. Fue, también, la primera vez que sentí esa mirada. Una que se apropiaba de mi cuerpo y me encerraba al fondo de mi pecho. Aprendí a agachar el rostro o voltear la vista. Nunca responder. Eso podría ser peor.
La mirada masculina o Male gaze fue un término acuñado por la crítica de cine feminista Laura Mulvey en 1975. Se refiere a la representación visual de las mujeres en el arte, literatura y medios visuales desde la perspectiva y los intereses de los hombres. Desde una mirada de poder como aquella que me había congelado a los 9 años.
En esta narrativa las mujeres y niñas suelen ser retratadas como vulnerables y subordinadas a los deseos y necesidades de los personajes masculinos. Siendo relegadas a cumplir roles relacionados a la belleza, sexualidad o cuido de los demás.
Desde la adaptación de Lolita dirigida por Stanley Kubrick hasta American Beauty. La niñez y adolescencia femenina han sido fetichizadas en sus representaciones ficticias. Películas como Taxi driver o Lyon the professional, fueron excusas perfectas para sexualizar personajes menores de edad. No solo al personaje sino a las actrices detrás. Al día de hoy actrices como Jodie Foster o Natalie Portman mantienen que dichas narrativas les afectaron.
Entonces, ¿Qué podemos hacer para que las niñas solo sean niñas?
Primero, dejar de culparlas por habitar un cuerpo. Una niña que menstrúa sigue siendo niña. Las niñas no buscan ni provocan el acoso. Segundo, no obligarlas a crecer. Una niña no tiene porqué ser madura. La niñez es infantil no tiene porqué ser lógica o comprender el mundo de los adultos y tercero, enseñemos a las infancias a comprender sus limites en cada etapa y comprender que hay toda una vida por delante para experimentar.
Las niñas solo deben de ser niñas. No tienen que ser maduras para su edad. No tienen que realizar dietas ni vivir enemistadas de sus cuerpos, pero al final las niñas también son un resultado de sus contextos. Así que te necesitamos para construir una sociedad en la que las infancias se vivan como tal sin ser sexualizadas y apresuradas.
Cuéntame, ¿Qué opinas en los comentarios?
Con amor, Blanca.
Uff... tremendo temazo el que pones sobre la mesa, Blanca. "Temazo" por importante, por feo (no por ti, tú lo has expuesto con mucho tacto), y por complejo.
Sin entrar a hacer una disertación kilométrica, 😅, creo que la mirada hipersexualizada hacia las niñas no es más que una consecuencia de la hipersexualización que está viviendo nuestra sociedad en las últimas 2-3 décadas, y de la manera en que todos/as concebimos qué significa ser una mujer.
Es decir, creo que el problema es doble: la hipersexualización en general, y el paquete de significados y exigencias que se impone a cualquier mujer, por serlo.
Lo terrible es que a ti te cayese el peso de todo ello encima tan temprano. 😔 Nunca es una "buena edad" para que una chica reciba la mirada masculina a la que te refieres por primera vez, pero 9 años es *demasiado* pronto.
Lo bueno... (por acabar con algo bueno) es que ya hay un cierto debate en curso sobre estos temas, gracias a las redes. Aún hay mucho trabajo por hacer, pero al menos muchas mujeres están alzando la voz como tú y generando conversaciones que es necesario tener. Al menos entre nosotras, que somos quienes estamos llamadas a transformar cómo concebimos nuestro lugar en la sociedad, y después a luchar por materializarlo.
Gracias Blanca. No sé si eres consciente, pero haces un trabajo muy necesario con cada una de tus cartas en las que sacas temas así. Y en la manera dulce y respetuosa en que lo haces, además. 🙏
Al leer cada línea de tu ensayo mi niña interior se siente menos culpable. 🥲