Desde que nací, el mundo ha estado por acabarse; un mes después de mi nacimiento, un terremoto de 7.7 grados azotó a mi país. En ese mismo terremoto mi abuelo falleció.
Nací en un país configurado, como toda Latinoamérica, a partir del conflicto, la hambruna y el miedo. No sé qué es vivir en un mundo sin guerras, sin conflictos sociales, mucho menos en paz. Eso me ha orillado a vivir en dos bandos: la hiperempatía y la indiferencia.
Cuando una nace en el seno de una familia trabajadora en un mundo movido por el caos, una aprende a ponerse en los zapatos del otro aunque no le queden. Una ve al otro como igual, aprende a sentir el dolor del otro como propio, a vivir la carencia del otro, a escuchar la necesidad del otro como un grito. Entonces una siente al otro en carne propia; siente sus violencias, miedos, necesidades y deseos.
Ese fuego que nace de sentir al otro, te moviliza a intentar cambiar el mundo o, al menos, tu barrio, colonia o casa.
Pero, ¿qué pasa cuando el mundo caótico se convierte en el pan de cada día?
Tu corazón hiperempatico se fractura porque no entiende cómo el mundo puede ser tan cruel, tan malo, tan inhumano.
Como una respuesta, cuando entras a redes sociales y encuentras una noticia nueva sobre guerras e injusticias, aprendes a ser indiferente. En un mundo convulsionado te obligas a normalizar la violencia porque eso es lo único que conoces y al parecer, no puedes cambiarlo.
Te vuelves en alguien indiferente porque ser hiperempatico te está costando la vida. Mientras más sientes el dolor del otro, más notas lo cotidiana que se vuelve la injusticia, la discriminación, el racismo, sexismo, misoginia, capacitismo, etc.
Si el mundo afuera es un caos, mejor aceptarlo, piensas.
Si el mundo está derrumbándose a pedazos, mejor normalizarlo, te dices.
De todas maneras, nadie hace nada y lo aceptas porque el mundo, desde que naciste, siempre ha estado por acabarse.
Desconectados en una sociedad hiperconectada
Algo que no me atrevo a decir en voz alta es que he censurado y bloqueado cientos de palabras sobre el acontecer mundial. Me avergüenza incluso escribirlo porque, yo que predico al conocimiento como un arma cargada de futuro, hoy vivo en la ignorancia de la realidad que me rodea.
Tuve que hacerlo. Tuve que bloquear cuentas y hashtags porque cada que entraba a redes sociales terminaba llorando, desbordada o con ataques de ansiedad hasta altas horas de la noche. Culpándome por todo lo que no estaba haciendo para ayudar. Hoy que lo pienso, qué gran peso cargamos sobre los hombros.
Ahora vivimos en una sociedad tan conectada que ya no sabemos con certeza a qué estamos conectados. ¿Al miedo? ¿a la violencia? ¿al morbo? ¿al entretenimiento?
Pienso en Palestina y el genocidio que sucede a plena luz del día.
Pienso en el Congo y la lucha interminable en tierra de nadie.
Pienso en la comunidad latina y árabe en Estados Unidos y en el sueño americano truncado.
¿Cómo podemos estar más conectados que nunca, pero a la vez más lejos de estarlo?
Sí. Podemos entrar a redes sociales y ver lo que sucede al otro lado del mundo.
Sí. Podemos leer el titular de una noticia y seleccionar el bando de una historia.
Sin embargo, seguimos sin conectar con el otro. Seguimos viéndonos como enemigos. Sin darnos la oportunidad de comprendernos.
¿En cuántas ocasiones nos hemos sentado a escucharnos sin esperar algo a cambio?
¿Cuántas veces hemos compartido con un desconocido?
¿Cómo puede ser posible que nos llamemos humanos, pero no queramos serlo?
Desconexión interna
Si estamos desconectados del mundo es lógico que vivamos desconectados de nuestra humanidad.
Hemos aprendido a alejarnos, entre conflicto y carencia, de lo único que nos permite conectar con el otro: nuestra verdad y valores.
Si no conocemos nuestra verdad, ¿qué buscamos en esta vida?
Si desconocemos nuestros valores, ¿cómo pretendemos ser fieles a nosotros mismos?
y lo más importante, ¿cómo podemos ser realmente felices si no reconocemos la esencia de nuestra vida?
Nos hemos perdido en el proceso. Hemos olvidado cómo ser humanos; nos hemos prohibido sentir a la empatía, nos hemos negado habitar la comprensión, nos hemos desconocido cuando nos nombramos sensibles o vulnerables porque tememos volver a esa raíz-madre que es la esencia de todo.
En un mundo consumido por el odio y la violencia, también estamos en guerra dentro de nosotros mismos. Afuera hay un mundo en llamas, adentro hay un incendio.
Afuera, en la calle, hay manifestaciones de personas que solo quieren ser reconocidas. Adentro, de cada uno de nosotros, hay una persona perdida que no sabe qué quiere o quién es.
Vivimos en un mundo caótico porque hemos olvidado lo verdaderamente importante: el amor, la conexión, la salud, la paz, la vida misma.
Vivimos en un mundo caótico porque nos hemos dejado seducir por la fama, el poder y el dinero.
Ser humano es vivir en conexión con el mundo interno. Nuestro problema actual es que no lo estamos haciendo. Ya no sabemos cómo ser humanos, por eso reconocemos al otro como enemigo porque nos reflejamos en ese otro. Ya no sabemos cómo ser humanos, entonces arrancamos la humanidad de cada uno de nuestros actos.
Lastimamos al otro porque no estamos en conexión con nosotros mismos. Doblegamos al otro porque no sabemos cómo convivir con nuestro reflejo.
El círculo continua. Una y otra vez.
Alguien nuevo nacerá y vendrá a una vida dónde el mundo está en un fin continuo.
Solo hace falta volver a ser humanos.
Entre el caos de la vida, la rutina, la prisa y el cansancio a veces no nos damos cuenta de cuánto nos hemos alejado de nosotras mismas. De pronto, te das cuenta: hace rato que no escribes, no sueñas, no te preguntas cómo estás de verdad.
Julio es el mes perfecto para volver.
Volver al cuerpo.
A la voz que te habita.
A lo que te hace bien.
A lo que enciende algo adentro.
Este mes, en Un jardín propio, abrimos un nuevo ciclo de escritura titulado:
⭐️ Volver a mí: escritura para recuperar la voz propia 🌷
Un espacio íntimo y seguro para reencontrarte contigo a través de la palabra.
Este mes es un mes especial ya que el club cumple un año de existencia y por ello no tendremos dos talleres sino TRES para escribir juntas.
SOLO ESTE MES: TRES talleres en vivo + un reto de escritura de 5 días + una comunidad que sostiene.
🪻 TALLER 1 — La voz que callé | Domingo 13 de julio - 10 am a 12 pm (GMT-6)
Un espacio para escribir desde lo que hemos silenciado o perdido de vista y para explorar la tensión entre la voz propia y la voz aprendida.
🪷 TALLER 2 — El cuerpo como casa | | Domingo 20 de julio - 10 am a 12 pm (GMT-6)
Un taller para reconectar con el cuerpo como territorio, refugio y memoria. Aquí escribirás desde las sensaciones.
🌻 TALLER 3 — Regresar es un verbo sagrado | Domingo 27 de julio - 10 am a 12 pm (GMT-6)
Un santuario de escritura para nombrar lo que nos devuelve a casa propia. También para escribir desde el placer, la presencia y la intención.
🌼 RETO DE ESCRITURA — 5 días para volver a mí | Inicia 15 de julio.
No necesitas ser escritora. Solo querer escucharte de nuevo.
Quizás ya lo sientes: es momento de regresar.
Te espero en el club.
Con amor, Blanca.
Hermosas palabras, tal cual !
Hermosas palabras, como siempre B.
Los talleres de este mes resuenan mucho con mi alma, voy hacer todo lo posible por poder entrar. Muy bonito.