Crecí siendo la niña callada que escondía sus sentimientos al fondo de sus costillas y amarraba sus ideas detrás de sus ojos. Todo por miedo a ser demasiado. Sin embargo, siempre lo fui.
No sé sentir poco. Cuando un atardecer mezcla sus colores no sé contenerme las lágrimas. Cuando una pareja de ancianos se toma de la mano no sé apagar mi sonrisa. Cuando la lluvia me visita tras la ventana no puedo evitar habitar a la nostalgia.
Cuando me gusta o interesa un tema, puedo obsesionarme con él por semanas. Investigarlo. Devorarlo. Hacerlo mío. No me gustan las cosas a medias. Lo mismo pasa con mi risa. Es ruidosa. Nunca una media sonrisa. Siempre con la boca abierta, los dientes de fuera y sosteniendo mi panza. No puedo experimentar a la vida a medias. Se siente poco natural.
Puedo pasar horas sentada frente al televisor si una serie me cautiva. Puedo escuchar la misma canción una y otra vez porque me hizo sentir algo y quiero volver a esa sensación en mi cuerpo.
Soy demasiado observadora. Veo todo y quizás a veces demás. Soy demasiado intensa. Mi rostro y mis manos hablan antes que mi boca. No lo puedo evitar. Soy demasiado empática. Lloro con los animales. Río con la naturaleza. Me recargo con el silencio. Soy, en realidad, demasiado suave y que dicha serlo en una sociedad que nos quiera duras ante la vida.
Es nuevo esto. Poder enumerar las cosas que soy sin vergüenza o miedo a serlas. Es liberador gritar al viento que ser demasiado no es una cadena. Al menos no ahora. En realidad nunca lo fue, pero me hicieron creer que ser una chica que siente demasiado no está bien.
Verás. Las chicas que sentimos demasiado somos las locas, las intensas, las raras. Nos hacemos amigas del fuego. Soltamos los miedos al mar. Sostenemos el corazón de nuestras amigas en la palma de la mano para que a ellas no les pese tanto. Creemos en el amor, no como algo que existe allá afuera sino como alguien que vive aquí adentro.
Las chicas que sentimos demasiado nos hemos puesto muchas máscaras. Nos escondemos o viajamos a través de los libros. Conectamos desde la raíz porque no sabemos quedarnos en la superficie. Leemos poesía para acompañarnos en lo que sentimos. Escribimos como camino para comprender quienes somos.
Sentimos mucho y eso es un regalo.
Nunca serás demasiado para la persona correcta.
Por mucho tiempo quise sentir menos, pero si lo hiciera no sería yo. Así que si eres una chica/mujer que siente con cada parte de su ser, te abrazo. Tienes un don en las manos, aprende a habitarlo.
Con amor, Blanca.
Si quieres escribir con otras mujeres que sienten demasiado…
Escribir y sentir a solas puede ser aterrador. Lo sé. Por eso cree Un jardín propio. Un club de escritura para conectar con tu escritora interior y TODO lo que tiene por decirte.
Para estar en el club NO NECESITAS:
Experiencia escribiendo.
Dedicarte a la escritura.
Para ser parte del club solo necesitas una cosa. VOLUNTAD. La voluntad de conectar contigo. La voluntad para acompañar. La voluntad para escribir NO como una obligación sino como un regalo para ti.
La pregunta es: ¿Estás lista para dar ese paso?
Si lo estás, te espero en el jardín.
Este mes en el club tenemos



Si no te convencen mis palabras




Aquí otra chica que siente demasiado. ¿A veces no les da miedo la intensidad con la que sienten? Tal vez por eso me escondo, por miedo a que la intensidad del sentimiento pueda igualar a la del dolor que pueda pasar.
Demasiado identificada, serás piscis? Jajaja espectacular. 👏🏼