Yo soy de rutinas. Me gusta la fluidez siempre y cuando yo pueda escoger cuando vivirla. Ese es el problema. La vida a veces no puede contenerse en cuatro paredes, una lista de cosas por hacer, o en mi caso, una rutina que ha de realizarse con benevolencia.
Hace unas semanas, mi rutina se rompió. Ya no pude esconderme en la seguridad de mis horarios y mucho menos en la comodidad de permanecer quieta. La vida me movió. Bueno, no. La vida no me movió. La vida me empujó hacía decisiones enredadas.
Como era de esperarse, entré en crisis. Ahí, frente al desorden, estaba yo enojada porque el movimiento significaba algo nuevo, un comienzo. Un comienzo que yo no había solicitado. Un comienzo que me aterraba.
La verdad no entendía muy bien porqué mi temor a comenzar, hasta que mientras comía un mango en uno de esos momentos donde la vida solo sucede, lo supe. No es que me aterren los comienzos, en realidad, me aterran los finales. Que algo comience solo significa una cosa, algo ha terminado y hemos de soltarlo.
Sí. La vida me movió, pero solo porque necesitaba moverme. Solo porque lo que necesitaba vivir hasta ese momento, ya había sido vivido. Una etapa había llegado a su fin.
Uno de los cambios a los que la vida me empujó fue a modificar mi negocio. A empezar de cero. A reestructurar lo que creía completo. Listo. Terminado. Pero nada en esta vida está terminado. Todo puede siempre moverse y aceptar esa realidad significa que posiblemente nunca terminaremos de conocer a una persona, idea o cosa. Eso es hermoso y a la vez agobiante.
Lo incómodo de comenzar es que hay que volver a construir. Volver a crear y sobre todo, caerse una y otra vez. Aprender a conocer al suelo que nos permite mantenernos de pie. Incluso, cuando no comprendemos hacía donde vamos.
Comenzar también es sentirse perdida.
Aquí estoy yo, sentada en los cimientos de un hogar sin paredes preguntándome, ¿Por qué es tan difícil abrazar este comienzo?.
Quizás me aterra la expectativa
Quizás no me aterran ni los comienzos ni los finales, solo la expectativa que he creado sobre el proceso que me conduce del punto a al punto b. Del comienzo al final. Ese es otro problema. Soy demasiado idealista (y terca). Naturalmente me enamoro de ideas y tan pronto se transforman en algo tangible fuera de lo que creí necesitar, me enojo.
Es humano el enojo. Es humano el capricho. Es humana la terquedad. Pero así como la vida no puede contenerse tampoco puede responder siempre a nuestros deseos. Soltar la expectativa es necesario para comenzar. Es la única manera de vivir.
Vivir es, a grandes rasgos, comenzar una y otra vez. Si la vida nos empuja a movernos es porque ya estábamos preparados(as)es) para volver a iniciar.
Junio: un nuevo comienzo
Cada mes, como un ritual, escribo una carta al inicio y al final. Algunos deciden llevar al tiempo en fechas, otros en estaciones y yo, prefiero marcarlo en meses. Mayo del 2024 fue cambio. Hoy Junio ha de ser comienzo.
Así que aquí va. Por el comienzo de algo nuevo.
Junio, tengo miedo a quedarme atada al pasado. A olvidar que los vidrios rotos de lo que nombré hogar, también lastiman. ¿Y si me pierdo en los recuerdos? ¿Y si comienzo a ver mi vida hacía atrás sin ser capaz de voltear al presente? ¿Podría acaso volver a verme? Tengo miedo, junio. Comenzar implica decidir. ¿y qué pasa si me equivoco? Dame la fe para crear un rincón cálido en medio del miedo, y lanzarme a amar y lanzarme a vivir fuera de lo que creo necesitar. Haz que mis manos puedan cortar de raíz a lo que se tenga que ir sin miedo a estar sola, recuérdame que mi presencia es suficiente para existir. Nómbrame amor, junio y así la tormenta nunca ha de encontrarme o cuando lo haga, podré sobrevivir a solas conmigo. Junio, si un final ha de llegar, no me sueltes la mano.
Gracias por leerme, vida. Que este nuevo comienzo también te transforme. ¿Qué le pides a junio?
Con amor, Blanca.
Que hermoso y que valiente! 🤍
Muchas gracias, siempre es un placer leer lo que escribes❤️🩹