Me sorprende lo mucho que me desconozco a veces. Soy tantas personas y a la vez, ninguna. Nunca soy la misma, nunca lo he sido y aunque lo intente, nunca lo seré porque sin importar cuanto me abra el pecho, y me pele capa por capa (como una cebolla), nunca nadie termina por conocerme.
Así que dime, ¿Quién soy cuando me ves?
¿Qué fantasía has creado en tu cabeza de mí?
¿Cuánto he de actuar para complacerte?
Es extraño porque incluso cuando pienso que soy la versión más genuina que puedo ser, en ocasiones me encuentro poniendo la máscara en su lugar. Escondiendo mi rareza al fondo de mis costillas. Imitando a quienes me rodean para encajar.
Supongo que es el anhelo de gustar. A veces siento que ser mujer es actuar. Desde niña volteo al espejo y solo logro ver las expectativas que otros pusieron en mi nombre.
¿Quién soy cuando me ves?
Un cordero dispuesto a sacrificarse. Un cuerpo acostumbrado a maternar, relegado al cuido, a la paciencia, al silencio.
¿Quién soy cuando me ves?
Una cabra. Una serpiente que se enrolla en sus deseos y sigue su instinto. Un cuerpo que se materna porque nadie lo hizo con él.
¿Quién soy cuando me ves?
Una habitación oscura. Callada. Una niña acurrucada en el pasado porque no quiere crecer.
¿Quién soy cuando me ves?
Un bombillo de luz. Cálida. Amable. Una cigarra que flota en medio del miedo y te conduce a casa.
¿Quién soy cuando me ves?
Un volcán en erupción. Un vidrio roto por el enojo. La ira de la adolescencia. El dolor que esconde mi baño.
Solo dime, por favor, ¿Quién soy cuando me ves?
Así quizás podré hacer las pases con el hecho que nunca seré todo lo que crees de mí. No soy la imagen que creaste en tu cabeza.
Sí, en ocasiones decido ser un cordero manso y tranquilo, pero también soy una cabra rebelde que salta y grita, que no se conforma. También soy la habitación oscura y al mismo tiempo, el bombillo de luz en medio de ella. Soy cálida y amable, pero tengo miedo a que me conozcas. Entonces, frunzo el ceño y camino por la vida con mi cara de enojo. Esa es la peor parte, puedo ser suave y tierna, pero también estoy profundamente enojada.
Soy dicotómica. Una contradicción.
Eso es lo hermoso de ser humano. No importa quién creas que yo debo ser porque al final, solo soy y eso es suficiente. Ya no quiero vivir bajo tus expectativas. Hoy me quito tus etiquetas de los hombros.
A partir de hoy solo quiero ser y deseo que tú también puedas serlo.
Con amor, Blanca.
Te felicito, me encantó tu escrito y me sentí muy representada. Somos todo eso y más. No hemos venido a pedir permiso para ser.
Me encanto