Vivir en tu celular te está matando
Sobre el doomscrolling, la pérdida de personalidad y la desconexión.
Vivir crónicamente online, durante toda mi adolescencia y ahora adultez, ha jugado un papel crucial en cómo veo y dejo de ver el mundo o más importante aún, en cómo me veo a mí como ser humano.
Yo era esa niña y adolescente que creció sin supervisión en el mundo digital. Así que como imaginarás, llegué a rincones del internet que, hasta el día de hoy, siguen viviendo en mi cabeza. Desde Tumblr hasta foros en Reddit, encontré a muy temprana edad un sentido de pertenencia que no había encontrado nunca antes en mi vida cotidiana. Yo, una niña callada y aislada, había llegado por fin a un espacio donde podía interactuar, aprender y divertirme sin el peso de la interacción social (al menos de aquella que me aterraba, la física)
Comencé a pasar largas jornadas en mi computadora y celular intentando descifrar cómo ser más cool, más interesante. Entonces, consumir más contenido online se convirtió en una herramienta no solo para gustar sino también para configurar mi personalidad.
¿Por qué te cuento esto?
Porque aunque pensé que esa visión de las redes sociales había muerto en mi adolescencia, la realidad es que no lo ha hecho y continua persiguiéndome hasta el día de hoy, mientras te escribo esto.
¿Cuándo fue la última vez que pasaste varias horas, incluso días, sin usar tu celular?
Yo no lo recuerdo. No recuerdo vivir sin un celular en la mano. No recuerdo ir de viaje sin pensar en tomar fotografías. No recuerdo salir a cenar sin compartir en historias mi plato de comida. No recuerdo vivir fuera del algoritmo.
Es casi imposible voltear a un lado sin ver antes a una persona scrolleando en Tiktok, deslizando su dedo en Instagram u ojeando la pantalla de inicio como un reflejo instintivo.
Nos levantamos cada mañana y lo primero que hacemos es revisar el celular. Comemos y lo primero que hacemos es buscar un video, una serie o película para pasar el rato. Vamos al baño y llevamos como una segunda piel, el celular colgado a la mano. Nos vamos a dormir y, aún a oscuras, seguimos deslizando el dedo sobre el teléfono sin saber lo que buscamos.
Nos hemos convertido en esclavos de una pantalla y ni cuenta nos hemos dado porque ni siquiera estamos conscientes del daño que nos causamos o, peor aún, conocemos el mal y preferimos ignorarlo para ahogar nuestro aburrimiento y desapego a la realidad en horas y horas scrolleando.
La era del consumo digital: Control vs evasión
Según Cambridge Dictionary (2025) el doomscrolling es “la actividad de pasar mucho tiempo mirando el teléfono o la computadora y leyendo noticias malas o negativas”. Este término también puede aplicarse a pasar deslizando el dedo en redes sociales durante horas independiente del contenido que consumas.
Es normal que en un mundo tan violento y colapsado como el nuestro, hayamos decidido utilizar la virtualidad como un respiro a las guerras, la recesión económica o la crisis que implica, simplemente, existir. Sin embargo, hemos evadido tanto la realidad o nos hemos obsesionado tanto con ella, que ahora hemos caído en un agujero negro. Uno que nos mantiene pegados frente al celular.
El mundo digital está repleto de contenido y de cierta manera nos da un sentido de control sobre lo que consumimos o no. En una sociedad donde no podemos controlar nada, es lógico que queramos escapar a un espacio donde si podemos hacerlo, pero eso, también es una ilusión.
En ocasiones, me he encontrado embobada viendo video tras video y como si nada, la burbuja explota y me vuelvo consciente que he perdido 4 horas haciendo nada. Siendo un robot que desliza por inercia. Solo porque está aburrido. Solo porque no quiere sentir.
Ese es el otro lado, así como las redes sociales crean el espejismo del control también construyen el reino de la evasión. Un sistema configurado para que no pienses ni sientas, cuestiones o inventes. Un sistema en el que cual borrego sigas al rebaño.
Ahora, en mi adultez, el contexto ha cambiado. Ya no soy esa niña que perseguia la validación, hoy soy una adulta que en su afán de conectarse con otros, a través de las redes sociales, termina desconectada de ella misma.
Cada vez más vivimos en una era de agotamiento masivo; agotamiento en el trabajo, hartazgo de la coyuntura económica y política, desconexión de nuestras relaciones y la lista puede continuar. Ese agotamiento también se ha trasladado al mundo digital en la selva de contenido que te espera si abres tu correo o cualquier red social.
Por tanto, es lógico que si haces doomscrolling solo terminarás por agotarte aún más.
El FOMO digital
Yo también he temido ser invisible en redes sociales. También he seguido trends para encajar. También he investigado temas para saber qué contestar. La redes sociales, lo queramos o no, se han convertido en una extensión de quiénes somos. En la virtualidad puedes ser quién quieras ser y eso es un arma de doble filo.
El famoso FOMO (fear of missing out) o en español miedo a perderse de algo, ahora más que nunca también nos habita en la era digital; la ansiedad que causa salir de casa sin el celular o ser el último en enterarse de alguna noticia. La comparación que nace en nosotros cuando vemos fotografías del viaje a Tailandia de alguien a quien seguimos. Incluso, la angustia que genera el no comprender términos o memes. Eso da FOMO.
¿Por qué las redes sociales dejaron de ser divertidas?
Sencillo. Nos hemos desconectado de quiénes somos. Todos seguimos tendencias. Todos consumimos el mismo contenido. Todos replicamos lo mismo.
En la búsqueda constante por evadir nuestra realidad terminamos por perder algo, nuestra identidad. En un algoritmo que puede mostrarte hasta 5 o 6 videos por minuto, es normal que termines con problemas de concentración, análisis o retención de la información.
Entonces, si no practicas tu concentración, análisis y retención a través de lo que consumes, ¿Cómo estás nutriendo tu identidad?
Vivir en tu celular te está matando porque estás viviendo como una máquina no como un ser humano. Te seca la atención, te drena la energía, te convence de que siempre estás tarde, que siempre podrías estar haciendo más, diciendo más, mostrando más.
Ya no entramos a Instagram por diversión, sino por obligación. Por FOMO. Porque tenemos miedo de desaparecer, de volvernos irrelevantes, de que nadie nos vea. Abrimos TikTok y en cinco minutos ya nos sentimos insuficientes, ignorantes o fuera de onda. ¿En qué momento lo que era juego se volvió autoexplotación?
Quizás en el momento en el que dejamos de vernos como personas y comenzamos a pensarnos como marcas. Solo como un objeto de consumo.
Quizás en el momento en que todo comenzó a darnos cringe o vergüenza. Quizás en el momento en el que se volvió más importante aparentar que ser. Quizás en el instante en el que sacrificamos espontaneidad por rentabilidad. Quizás en el minuto en que decidiste, por vez primera, evadir la realidad con una pantalla.
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Con amor, Blanca.




Es por eso mismo que odio ver a los niños con pantallas a tan temprana edad, ahora únicamente les preocupa tener celulares de último modelo o tener los mejores videojuegos cuando a esa edad tendrían que conocer un realidad por sus propios ojos y no a través de una pantalla
Tal cual, cada palabra que escribiste, estoy de acuerdo. Solo difiero (levemente) en que necesitemos distraernos de un mundo “horrible”, el mundo tiene problemas como siempre ha tenido y en realidad creo que la tecnología nos hace ver la vida mucho más negativa de lo que es. Antes de que la tecnología existiera no tenías por qué preocuparte, a las 9AM en pleno desayuno por una noticia grotesca que está pasando al otro lado del planeta, que no tiene nada que ver contigo y sobre la que no puedes hacer NADA. Creo que eso es parte y contribuye a lo mismo. No creo que estemos “evadiendo una vida dolorosa” del todo, creo que la vida real es hermosa y es precisamente de eso de lo que nos están distrayendo, porque conviene que el colectivo piense negativo, no se si me explico.